viernes, 13 de abril de 2012

Sirvamos Bien


Sirvamos Bien
De entrada me parecen muy loables, respetables e inspiradoras todas aquellas personas que se dedican a la protección, cuidado, rescate y demás de cualquier animal, llámese perro, gato, tortuga o gavilán. El simple hecho de invertir tiempo para preservar el bienestar de una especie o bien de un sólo individuo, denota ya una conciencia suprema que deberíamos tener todos. Sin embargo, para que los esfuerzos invertidos sean positivos y se traduzcan no sólo en la mejora física del animal si no en su bienestar psicológico, es necesario tener en cuenta que lo que le sirve a un humano para ser rehabilitado, no es lo mismo que le servirá a otra especie, en este caso, al perro.
En muchas estancias caninas, albergues y refugios, encontramos gente que se encuentra ahí por su infinito amor a los animales. En ocasiones he escuchado de algunas personas comentarios como “Estoy aquí porque los perros son lo mejor en el mundo”; “Con ellos recibo lo que ni mi propia familia puede proporcionarme”; “Me encantaría ser perro y no humano”; “Soy más sensible a las adversidades de los perros que a la de los propios humanos”, etc. En efecto, esta gente hace muchas veces trabajos que la mayoría de las personas, aún presentándose como amantes de los animales, no quiere hacer.
Vamos, no es fácil sanar a un perro con sarna, o cambiar los vendajes a un perro de cincuenta kilos que no se deja tocar. No es fácil atender a un perro quemado arbitrariamente, o rescatar a un animal herido por el golpe de un automóvil en la mitad de una carretera. No es fácil cerrar la puerta y regresar al día siguiente, no es fácil decidir en muchos casos que la mejor opción es la eutanasia. Sin embargo, lejos de lo que se cree, no siempre el afecto es lo que necesita un perro para rehabilitarse, ni es lo que nos va a ayudar a sacarlo adelante. De hecho la experiencia me ha enseñado que un perro con severos problemas psicológicos, no debe ser rehabilitado con caricias, ya que esto en ocasiones, lejos de ayudar, perjudica.
Sabemos que para el perro las caricias y los arrumacos son representados como premios o “recompensas” de lo que están haciendo, por lo tanto, si premiamos un mal estado mental, lo estaremos reforzando y en vez de ayudar estaremos perjudicando. En ocasiones cedemos ante el egoísmo de darle al perro lo que a nosotros en su condición nos gustaría recibir. No hay nada más erróneo y perjudicial, puesto que somos dos especies distintas.
Todos los que trabajamos con perros, tenemos la obligación de estar informados sobre los comportamientos y conductas del animal, para poder interpretar correctamente lo que nos está tratando de comunicar y así conocer sus necesidades. Es la única manera en la que realmente vamos a poder ayudarlo de manera efectiva.
El perro del refugio viene con una larga historia, muchas veces de abandono, maltrato y violencia, o por problemas de conducta, entre otros. Quizá esos problemas de conducta fueron los que lo llevaron a terminar en un albergue, separado y abandonado por sus dueños, que se sintieron amenazados o frustrados por la conducta del que suponían sería su mejor amigo.
La función principal de los refugios caninos es poner a todos los ejemplares posibles en adopción. Para ello invierten la mayor parte de sus recursos y esfuerzos. Sin embargo, si un perro no es atendido correctamente por la gente encargada, es casi seguro que se repita la historia y el perro sea regresado por mal comportamiento o bien abandonado de nuevo. Por lo tanto, debemos hacer todo lo posible para romper con ese círculo vicioso y entender que lo que nos funcionaría a nosotros no necesariamente les funciona a ellos.
Todos los refugios y albergues que tratan con perros “no deseados” tienen un trabajo muy complicado, ya que, en buena medida, de ellos depende que la historia se deje de repetir. Para ello deben prepararse y capacitarse en el tema. Lamentablemente las buenas intenciones, el buen corazón y el amor no siempre son suficientes.
Rodrigo Salazar T.

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