Sirvamos Bien
De
entrada me parecen muy loables, respetables e inspiradoras todas aquellas personas
que se dedican a la protección, cuidado, rescate y demás de cualquier animal,
llámese perro, gato, tortuga o gavilán. El simple hecho de invertir tiempo para
preservar el bienestar de una especie o bien de un sólo individuo, denota ya
una conciencia suprema que deberíamos tener todos. Sin embargo, para que los
esfuerzos invertidos sean positivos y se traduzcan no sólo en la mejora física
del animal si no en su bienestar psicológico, es necesario tener en cuenta que
lo que le sirve a un humano para ser rehabilitado, no es lo mismo que le servirá
a otra especie, en este caso, al perro.
En
muchas estancias caninas, albergues y refugios, encontramos gente que se
encuentra ahí por su infinito amor a los animales. En ocasiones he escuchado de
algunas personas comentarios como “Estoy aquí porque los perros son lo mejor en
el mundo”; “Con ellos recibo lo que ni mi propia familia puede proporcionarme”;
“Me encantaría ser perro y no humano”; “Soy más sensible a las adversidades de
los perros que a la de los propios humanos”, etc. En efecto, esta gente hace
muchas veces trabajos que la mayoría de las personas, aún presentándose como
amantes de los animales, no quiere hacer.
Vamos,
no es fácil sanar a un perro con sarna, o cambiar los vendajes a un perro de
cincuenta kilos que no se deja tocar. No es fácil atender a un perro quemado
arbitrariamente, o rescatar a un animal herido por el golpe de un automóvil en
la mitad de una carretera. No es fácil cerrar la puerta y regresar al día
siguiente, no es fácil decidir en muchos casos que la mejor opción es la
eutanasia. Sin embargo, lejos de lo que se cree, no siempre el afecto es lo que
necesita un perro para rehabilitarse, ni es lo que nos va a ayudar a sacarlo
adelante. De hecho la experiencia me ha enseñado que un perro con severos
problemas psicológicos, no debe ser rehabilitado con caricias, ya que esto en
ocasiones, lejos de ayudar, perjudica.
Sabemos
que para el perro las caricias y los arrumacos son representados como premios o
“recompensas” de lo que están haciendo, por lo tanto, si premiamos un mal
estado mental, lo estaremos reforzando y en vez de ayudar estaremos
perjudicando. En ocasiones cedemos ante el egoísmo de darle al perro lo que a
nosotros en su condición nos gustaría recibir. No hay nada más erróneo y
perjudicial, puesto que somos dos especies distintas.
Todos
los que trabajamos con perros, tenemos la obligación de estar informados sobre
los comportamientos y conductas del animal, para poder interpretar
correctamente lo que nos está tratando de comunicar y así conocer sus
necesidades. Es la única manera en la que realmente vamos a poder ayudarlo de
manera efectiva.
El
perro del refugio viene con una larga historia, muchas veces de abandono,
maltrato y violencia, o por problemas de conducta, entre otros. Quizá esos
problemas de conducta fueron los que lo llevaron a terminar en un albergue,
separado y abandonado por sus dueños, que se sintieron amenazados o frustrados
por la conducta del que suponían sería su mejor amigo.
La
función principal de los refugios caninos es poner a todos los ejemplares posibles
en adopción. Para ello invierten la mayor parte de sus recursos y esfuerzos.
Sin embargo, si un perro no es atendido correctamente por la gente encargada,
es casi seguro que se repita la historia y el perro sea regresado por mal
comportamiento o bien abandonado de nuevo. Por lo tanto, debemos hacer todo lo
posible para romper con ese círculo vicioso y entender que lo que nos
funcionaría a nosotros no necesariamente les funciona a ellos.
Todos
los refugios y albergues que tratan con perros “no deseados” tienen un trabajo
muy complicado, ya que, en buena medida, de ellos depende que la historia se
deje de repetir. Para ello deben prepararse y capacitarse en el tema.
Lamentablemente las buenas intenciones, el buen corazón y el amor no siempre
son suficientes.
Rodrigo Salazar T.
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